EL VIEJO ALFARO VENCEDOR


Dicen que un entrenador debe plasmar su estilo propio cuando llega a un equipo, pero antes de eso, primero necesita ver con que jugadores cuenta y después adaptar su sistema de acuerdo a las características que mejor le sientan a los mismos. Luego es importante que el técnico logre insertar su idea futbolística, pero sin olvidarse del contexto y la situación que esté atravesando el club. En Boca Juniors, estos cambios tienen que hacerse de forma más paulatina que en otros clubes, ya que no es fácil adaptarse a todas las presiones y obligaciones que conlleva un club como el de La Ribera.

En la actualidad, pasaron siete meses desde la llegada de Gustavo Alfaro al Xeneize y el balance en cuanto a los resultados ha sido muy bueno: ganó la Supercopa Argentina, clasificó como primero en su grupo de la Libertadores y llegó a disputar la final por la Copa de la Superliga. Completando así un gran primer semestre, dónde se observaron varios cambios en relación al ciclo anterior, tanto en el sistema táctico como en el estilo de juego. Sin embargo el entrenador  todavía no ha podido reflejar ese gran andar en el funcionamiento del equipo, en relación al estilo de juego que siempre promulgó a lo largo de su carrera, ya que desde su arribo a Brandsen 805 no contó con los jugadores que puedan adaptarse de la mejor forma a lo que él pretendía y como consecuencia de esto decidió pasar de su clásico 4-4-2 a un 4-2-3-1 que también utilizó en su anterior paso por Huracán. Para así intentar lograr, en un corto plazo, el mejor rendimiento posible de acuerdo a los interpretes que contaba y esperar que a mitad de año lleguen los refuerzos para cumplir perfectamente con las funciones de su viejo sistema. 


Mas allá de los números que forman el dibujo táctico, lo que hace al sistema de un equipo son los nombres de quienes lo conforman y sus respectivas características. En el caso de Gustavo Alfaro siempre optó por tener equipos equilibrados, tanto en lo defensivo como en lo ofensivo, utilizando generalmente el mismo parado táctico: cuatro defensores, dos mediocentros, dos volantes por las bandas y dos delanteros. Así lo hizo en todos los clubes que dirigió, con alguna que otra excepción, pero sin moverse de su esquema madre y que tantos resultados le ha dado. En el Xeneize comenzó jugando con un 4-2-3-1 que parecía una continuidad del Boca de Guillermo, al mantener a los dos extremos, pero con la diferencia de cambiar un volante por un delantero para apostar primero por el doble cinco Marcone-Barrios y luego por Marcone-Campuzano. Este sistema táctico sería el elegido por Alfaro para sus primeros partidos de la Superliga y de la Libertadores, pero tras la venta de Wilmar Barrios, la dupla Marcone-Campuzano pasó a ser la titular en el mediocampo y también generó el cambio de un extremo (Villa/Pavón) por un volante de juego como Emanuel Reynoso. En la delantera ha rotado los nombres, pero no las características, siempre con un nueve de área (Benedetto/Ábila) y un punta detrás (Tevez/Zárate). Con estos nombres y estas características el conjunto boquense sufrió una larga distancia entre sus líneas, lo que llevó al entrenador a modificar la táctica del 4-2-3-1 y recurrir a su clásico 4-4-2 para intentar ser un equipo corto. Aunque esto implicó poner jugadores fuera de su posición natural, como llevar a un extremo a jugar de volante y hacer toda la banda, algo que llevó a cambiar a un volante central como Jorman Campuzano por un mediocampista con mayor dinámica como Nahitan Nández y pasar a un flexible 4-4-2 que a la hora de atacar se transformó en un 4-3-3 con el paso del cuarto volante (extremo) a un tercer delantero. 

A partir del ingreso de  Nahitan Nández al mediocampo se observó un claro 4-4-2 con la dupla Nández-Marcone como doble cinco, pero con la continuidad de Sebastián Villa como volante por la derecha y Emanuel Reynoso recostado por la banda izquierda; si bien en algunos partidos varió nuevamente a un 4-3-3 cuando el conjunto Xeneize atacaba y presionaba bien arriba, cerrando a Reynoso al centro y adelantando a Villa como un extremo. En los mejores partidos de la era Alfaro en Boca, primero contra San Lorenzo en la Bombonera y luego frente a Rosario Central por la final de la Supercopa Argentina, se vio un equipo corto y con una presión alta, lo que generó un adelantamiento de la línea defensiva y por ende también el cambio de posición de Villa que pasó a jugar de delantero. Sin embargo, debido a una lesión de Reynoso y a la falta de recambio en ese lugar, el entrenador volvió a recurrir al 4-2-3-1 y a utilizar a otro delantero como volante por la izquierda. Este fue el caso de Mauro Zárate que paso de jugar libre detrás del nueve y ser una de las figuras, a tener la tarea de hacer la banda y decaer enormemente su nivel. Esto hizo que se viera nuevamente un equipo largo con cuatro delanteros (Villa, Tevez, Zárate y Benedetto) y con jugadores fuera de su posición natural, como sucedió en la derrota frente a Tigre por la final de la Copa de la Superliga, en donde si bien hubo un buen rendimiento, se pareció mas al juego directo del Boca de Guillermo y terminó perdiendo por fallas en las áreas. Teniendo en cuenta también las ausencias de Marcone y Nández, el doble cinco titular de la era Alfaro, pero con la muy buena aparición de la dupla Capaldo-Campuzano que mostró estar a la altura y que puede ser una gran alternativa para este mediocampo. 


A pesar de todo lo mencionado anteriormente, en este semestre Gustavo Alfaro decidió comenzar a implementar nuevamente su sistema madre 4-4-2 y en el pasado encuentro por la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores pudo verse por primera vez el verdadero Boca de Alfaro. Un equipo con el sello propio del entrenador y que formó con Marcone-Capaldo de doble cinco, con el flamante refuerzo Alexis Mac Allister por la izquierda en lugar de Emanuel Reynoso y con Nahitan Nández jugando en su posición natural como volante por la derecha. Si bien en el caso de Mac Allister no jugó dónde mejor lo hace, como enganche o de interior, parece ser hoy la opción mas viable en ese puesto y de hecho fue la figura de la victoria con su gol en el final. Otra de las figuras de la pasada noche copera en Brasil fue Nández, que a pesar de ser un hecho su venta después de la vuelta de la Copa, demostró una vez más ser un jugador nacido para jugar en Boca y que cuando juega sobre la banda es donde mejor rinde. Una baja sensible la del uruguayo que el técnico tendrá que reemplazar, tanto de doble cinco como de volante por derecha, con las llegadas de Daniele De Rossi y Eduardo Salvio.

En este contexto y para seguir con la ilusión de la tan ansiada Copa Libertadores, Gustavo Alfaro apuesta otra vez al sistema 4-4-2 que tantas alegrías le ha dado a lo largo de su carrera, como también a Carlos Bianchi en sus épocas de gloria copera con el Xeneize cuando no tuvo a Juan Román Riquelme para formar su clásico 4-3-1-2 y que en los últimos años se ha ido perdiendo con entrenadores que han puesto sus sistemas "modernos" por encima de los jugadores. El camino es volver a las fuentes, poner la heladera en la cocina y el inodoro en el baño, para que como en aquellos tiempos dorados se vuelva a ver al viejo Boca vencedor y para esto será necesario nuevamente ver el viejo Alfaro vencedor.

Gonzalo Arrese (@gon_ruso)