LA OBSESIÓN QUE NOS CONDENA


"La Copa Libertadores es mi obsesión" es una frase que se ha vuelto bandera de todos los futboleros en Sudamérica, aunque en Brandsen 805 o más precisamente en cualquier lugar que haya un hincha de Boca, esta paso a ser un himno y una de las canciones más cantadas por todo el pueblo boquense. Es que en el mundo Boca, a partir de la llegada de Carlos Bianchi y la época dorada del 2000 en adelante, se respira y se habla sólo de la Libertadores. En los últimos años el club está obligado a ganarla siempre y parece que no alcanza con haber jugado 7 finales, ganado 4 (2000, 2001, 2003 y 2007) y perdido 3 (2004, 2012 y 2018), en los últimos 18 años. La misma cantidad de años que otro equipo ha estado sin salir campeón, pero esa es una historia diferente, que no viene al caso y no tiene ninguna comparación.

La historia xeneize ha estado marcada con la obtención de títulos internacionales a lo largo de los años y siendo hoy el que más copas ganó junto a Independiente con 18 (una Libertadores menos y una Intercontinental mas), se ha puesto como objetivo principal ser el más ganador de la historia y para eso se ha magnificado aún más la obsesión por la séptima. Algo que no está mal, siempre y cuando se respetara la identidad del club para obtener la Copa y no vender el sentido de pertenencia de los colores azul y oro. Si bien la Libertadores es el objetivo principal y lo que el hincha siempre quiere ganar, no hay que olvidarse de las raíces, de la Bombonera (que quieren jubilarla) y principalmente de que Boca fue, es y siempre será del pueblo, aunque los que gobiernan hoy quieran convertirlo en un club elitista.


La mística copera viene de antes del arribo del Virrey a el club de la Ribera, dónde de la mano del gran "Toto" Lorenzo ya se había logrado salir bicampeón de América, ganando las Copas del 77' y 78' y habiendo perdido las finales del 63' frente al Santos de Pelé y la del 79' contra Olimpia en la que pudo ser el tricampeonato de América. Alguna vez el "Toto" Lorenzo dijo una frase que quedaría en la historia "Boca es Sportivo ganar siempre", mostrando que ya desde mucho antes del 2000 y la llegada de Bianchi a Boca ya se le exigía esa obligación de ganar la Copa, pero sin embargo pasaron 22 años de la segunda Libertadores en el 78' hasta la tercera en el 2000 que la seguirían la del 2001, 2003 y 2007 para cerrar la mejor época a nivel Copas Libertadores. Ahora han pasado 11 años (sólo la mitad) del gran Boca campeón del 2007, el cuál era dirigido por Miguel Russo y comandado por Juan Román Riquelme, siendo este último el máximo ídolo de la historia del club y uno de los jugadores más importantes de la historia de la Libertadores. Luego, ya sin Román, el xeneize perdería la final del Mundial de Clubes frente al Milán por 4 a 2 y Russo se iría demostrando que la vara había quedado muy alta por el "Toto" Lorenzo y por Carlos Bianchi. Quienes además de ganar la Copa en más de una oportunidad (2 veces el primero y 3 el segundo) también lograron coronarse campeones del mundo, quedando para los sucesores la obligación de ganar también la que antes la llamaban Intercontinental.

Está claro que en la última década no se pudo volver a ganar la Copa, aunque si se ha logrado llegar a la final en dos ocasiones y con dos estilos de juego muy diferentes (Con Julio Cesar Falcioni por un lado y Guillermo Barros Schelotto por el otro), pero por distintos motivos y contextos las dos han sido tomadas como fracaso. Uno de los motivos, tal vez el más importante, ha sido la vara alta que ha dejado la época dorada. Pero también han tenido mucho que ver los contextos, ya que los dos se dieron bajo una misma dirigencia que utilizo siempre ídolos del club como escudo protectores. En la primera final vaciando al máximo ídolo, entre otras cosas, tras generar un clima hostil en el equipo de cara a la final de vuelta al no permitirle a Facundo Roncaglia (titular y autor del único gol de la final de ida) viajar con el grupo ya que se le había vencido el contrato, algo que Riquelme (el capitán y líder del equipo) no permitió y el defensor terminó viajando igual. En la última final, llegando con el técnico cuestionado, con el contrato que se le vencía en diciembre y sabiendo que aún ganando ya había cumplido su ciclo. Una dirigencia que se encargo de echar al jugador y al técnico más importante de su historia, buscando siempre resguardarse con nombres ganadores del club y que utilizo el regreso de un ídolo como Carlos Tevez para conseguir la reelección. Un presidente que nunca le importó el hincha, siempre pensó y administró el club como una empresa, haciendo más socios de lo que la capacidad del estadio permite para generar más dinero y así poder aprobar los balances. Otro dato no menor es que cuando asumió Angelici el xeneize se acababa de consagrar campeón invicto y River estaba en la B Nacional, Boca nunca había perdido una final con su clásico rival y los de Núñez tenían sólo una Libertadores en toda su historia. Datos que reflejan que además de todo lo mal que hizo en el club, fue cómplice y generó la "época dorada" del otro lado, pero claro con logros muy diferentes. 

Por esto el hincha de Boca deberá entender que no es normal lo que se logró en toda la gran época dorada y que si bien es verdad que a un club lo hace grande los títulos, también lo hace grande su gente, su estadio, sus ídolos, sus colores, su sentido de pertenencia y su idiosincrasia. Todo esto es lo que han querido cambiar (algunas de ellas lo han logrado) durante estos 7 años de mandato de Daniel Angelici y lo mismo había sucedido anteriormente en la etapa de Mauricio Macri, aunque tapado por los logros deportivos. Porque se pueden perder finales, de hecho Boca las perdió con Bianchi sentado en el banco o con Riquelme en cancha, pero lo que el pueblo boquense no debe perder nunca es su identidad y en estos últimos años el oficialismo se ha encargado de exponer a varios ídolos para buscar saldar la promesa de conseguir la séptima Libertadores. En dónde lo que único que se vio fue una dirigencia sin un proyecto serio, que nunca bancó ni le otorgó recursos a las inferiores del club, que con la excusa de ir por la "obsesión" ha traído jugadores que no estaban a la altura de Boca con el sólo propósito de hacer negocios para futuras ventas y para que el balance anual de en superávit. Llegó prometiendo volver a Japón, con la idea de que iba a repetir la época dorada porque venía de la mano de Macri, pero quedó muy claro que el culpable de que Boca ganara todo lo que se ganó fue Carlos Bianchi.

Actualmente el Xeneize se ha quedado sin entrenador, tras la reciente salida de Guillermo Barros Schelotto, después de una etapa de casi 3 años; con momentos positivos en cuanto a los resultados (Bicampeonato de Superliga y final de Libertadores) y negativos en cuanto al juego del equipo en relación a la calidad de jugadores que tuvo y también por las finales perdidas frente al clásico rival. Lo paradójico es que, a pesar de todo esto, casi se consigue ganar la Copa y el árbol casi tapa el bosque. Porque si bien el fútbol muchas veces es ilógico, esta vez tuvo la lógica de no empezar ni terminar de la mejor manera y menos aún si se hace la comparación con la etapa del Mellizo en Boca como jugador. Ahora se viene un año muy político en Boca y Angelici ya decidió la llegada de otro referente del club como Nicolás Burdisso como manager, todavía sin saber quién será el próximo entrenador, pero con la esperanza de que Burdisso pueda volver a recuperar nuestra identidad con un técnico que tenga el paladar que al hincha mas lo identifica y que apueste a los juveniles del club. Sabiendo que la Copa puede ser un arma de doble filo si se quiere ganarla antes de jugarla, está bien que la séptima sea el objetivo principal, pero es momento que deje de ser la obsesión que nos condena.